BODEGA DEL VERO
Calle Romero, 13
BARBASTRO, HUESCA
Telefóno: 974 31 11 83
Después de una excursión por la zona, entrar en este restaurante es relajarse y disfrutar. Debajo de una tienda de ultramarinos se esconde una joya gourmet, una bodega sin wifi, sin apenas cobertura, sin carta, donde en un ambiente romántico, rodeados de un batiburrillo de antigüedades al calor de una chimenea y a la luz de las velas, nos introdujimos en una cena especial.
Para empezar la tienda, no es una tienda cualquiera. Se trata de un colmado con los productos más exclusivos de la zona, de una calidad extraordinaria. Tomando un vinito en la pequeña barra, que tienen en un rincón, nos decidimos a probar la cocina, viendo toda aquella variedad de manjares aragoneses.
Bajar al restaurante es toda una experiencia. Situado en una antigua chocolatería este sótano de piedra es hoy un comedor íntimo repleto de objetos diversos y mesas con la mantelería a juego con la vajilla rosa de la Cartuja a las que no les falta un detalle.
La gestión del restaurante es familiar y el trato también, me llamó la atención que el padre de los que hoy regentan el lugar, un señor octogenario ya jubilado, permanece sentado en la tienda pendiente de todo lo que pasa, saludando a los clientes y disfrutando de la charla que ofrece el visitante, muy lúcido y jovial.
Quién estuvo en todo momento pendiente de nosotros fue Vero, el alma de la sala y quien te elige y guía por la experiencia de la noche. No tienen carta. Su oferta se compone de los productos de la zona y es ella la que sugiere según observa al cliente. Es fantástico verla trabajar.
Como no teníamos mucho apetito nos ofreció una variedad de entrantes para picar un poco.
Tomamos un exquisito tomate rosa de Barbastro, unos embutidos deliciosos y unos patés con una original mermelada de violetas, altamente recomendable, no la había probado nunca y fue un descubrimiento. El pan con tomate con que lo acompañan junto con la degustación de aceite de la zona remataron una cena que me gustó tanto que volvimos la siguiente noche a probar otras tantas delicatesen, como la increíble tabla de quesos combinada con nueces orejones, uvas pasas, manzana y membrillo o la ensalada de ventresca y espárragos de Navarra entre otros.
Las raciones son tan abundantes que no pudimos probar otras cosas que me apetecían, su oferta es tentadora, así es que me obligaré a volver por la zona y repetir experiencia.
El vino por supuesto del Somontano también lo eligió Vero y no nos defraudó. Y el precio al final más que razonable para la calidad ofrecida.
Y lo mejor el mimo, simpatía y atención del personal que nos hizo sentir muy confortables en todo momento. De esas veces en las que la sobremesa pasa sin prisas hasta bien entrada la noche.
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