BACHE
Calle Rodríguez San Pedro 2
MADRID
Teléfono: 91 828 95 88
Los Baches, tradicionalmente en Cádiz, eran pequeños locales de categoría inferior al bar ubicados normalmente en barrios humildes donde se servían vinos y alguna tapa modesta o incluso la tapa la ponía el cliente procedente de algún mercado de la zona.
Este es el nombre, que el chef televisivo Ale Alcántara, ha puesto a su restaurante probablemente en homenaje a su ciudad natal.
Había oído hablar de él y tenía ganas de probarlo y la verdad es que ha sido una experiencia satisfactoria.
En su decoración, ese guiño a las tabernas de Cádiz se nota en ciertos detalles como los cubiertos con el mango de plástico, puestos adrede junto a los platos de duralex en combinación perfecta con una vajilla más moderna y cubertería dorada en los postres.
Así también es su cocina, mezcla de tradición gaditana con toques de fusión orientales. Las técnicas más actuales aprendidas por el chef en su dilatada carrera en famosos fogones, como los de Kabuki o Berasategui entre otros, combinadas con el puchero de la abuela.
Por eso en su oferta gastronómica puedes encontrar desde un bao, una gyosa, hasta una croqueta.
Su carta está pensada para poder compartir o bien porque vas con amigos o para poder probar más platos.
Como muestra de esta fusión, gaditana-coreana su famoso Saam de Ortiguillas, alga wakame cebolleta, aceituna de Kalamata, original y muy rica.
Delicioso el Sandwich japo-cubano ”botella, ron, tabaco habano”. Un pan bao que cada vez me gusta más con cerdo asado desmigado, cilantro, alga wakame y una rica salsa.
Con los segundos no baja la emoción:
Un Lomo de Caballa braseado con piriñaca, quinoa y salsa ponzu, fuera de carta de sabor espectacular.
Y un Curry Thai de Raya, leche de coco, lemon grass, chiles, y majao de cacahuetes, exquisito
Para terminar, los postres de 10
Un Tres chocolates tres texturas, no se puede decir más
Y su increíble Payoyo cake, hecho con un queso mezcla de cabra payoya y oveja merina típico de Villaluenga del Rosario y la Sierra de Grazalema, con frutos rojos y una base de galleta. Sublime.
Todo esto en un ambiente relajado en su comedor de la planta superior, cuya decoración como la del resto del local es luminosa, sencilla, moderna, mesas de madera blanca desnudas, con el detalle del medio mantel individual para posar los cubiertos y el pan, algo que agradezco personalmente en este tipo de restaurantes sin mantel.
Las sillas de dos colores aportando ese toque informal sin pretensiones y el detalle de una estantería, según subes la escalera, con un batiburrillo, mezcla librería botellero, y exposición de recuerdos fotográficos y aficiones le dan un aire casero y desenfadado que sigue también la atención de sus camareros, sin por ello perder un ápice de profesionalidad.
En definitiva ese cuidado descuido que le da un encanto especial.
Sin duda un lugar para repetir.